lunes, 11 de marzo de 2013

Segundo premio en el Certamen Literario ’8 DE MARZO’ 2013,organizado por la Asociación de Mujeres Progresistas “Despertar Femenino" de Porcuna (Jaén)


Una maleta de ida y vuelta
26 de abril
-¿Estudias o trabajas? —Ésta es una pregunta que puede resultar incómoda incluso molesta si no haces ninguna de las dos cosas y además eres mujer.
-Ayudo a mi madre en las tareas de la casa —contesté sin mucho entusiasmo.
Seguramente la expresión de mi rostro no tendría desperdicio ninguno. Roberto, el curioso, era un antiguo amigo de mi padre que había venido a visitar la ciudad. Como no podía ser de otra manera, tuve el privilegio de ir a recogerlo a la estación de autobuses.
-Está complicada la cosa, mi hijo Manuel hace dos meses que se marchó a Alemania, ayer hablé con él y se le ve muy contento, aunque no domina el idioma todavía, ha encontrado trabajo y le pagan bien — continuó Roberto mientras que la alegría de su mirada quedaba al descubierto a consecuencia de lo orgulloso que estaba de su hijo.
-Me alegro por él, espero que le dure. —Ahí fue cuando decidí terminar la conversación, Roberto seguía hablando de la economía española, del coste que tuvo la reconstrucción del país después de la Guerra Civil, o la exclusión de España en el llamado plan Marshall, donde se llevó a cabo la reconstrucción europea de principio de los años cincuenta tras la II Guerra Mundial. Conseguí evadirme en mis pensamientos, eso sí, bajo el inconfundible ronroneo que la voz de Roberto emitía, aparentemente lejano a la vez que cercano. Mi estado emocional no estaba para charlas de tinte económico y político, una semana antes había dejado la universidad, seis meses después de haber ingresado en ella. Mi estancia fue corta, lo suficiente para darme cuenta de que no estaba hecha para mí. Sabía que era una privilegiada y quizás algún día me arrepentiría por no haber aprovechado la oportunidad que me estaban dando mis padres, el acceso a la universidad estaba difícil, no todo el mundo podía pagar las costosas tasas, pero me agotaba pensar en que el éxito solo me llegaría tras una larga y sacrificada carrera. Eran tiempos complicados, el trabajo escaseaba, la economía no pasaba por su mejor momento y la industria se tambaleaba, pero yo no conocía la constancia, aquella que solo tienen los individuos que conocen el camino del éxito tan bien como la palma de su mano. No tuve muchos remordimientos de conciencia. A menudo pienso que las personas que tienen demasiada prisa, aquellas que andan todo el día de un lado para otro, se pierden aquello que el destino les tenía reservado si hubieran permanecido en el mismo lugar. Es una buena teoría para justificar la holganza y conmigo realmente funcionaba.
Cuando llegamos a casa, Roberto continuaba hablando solo. Yo bajo un ligero movimiento de cabeza de arriba abajo, seguí asintiendo de forma automática hasta que nos detuvimos.
-Bueno, pues ya hemos llegado —mis palabras estaban llenas de entusiasmo, el que marcaba el final de un trayecto que no había sido nada cómodo para mí. Entramos en la casa. Fuera, dejábamos aquella primavera en la que se percibía un aire mucho más ligero, en la que los pájaros planeaban mucho más alto que de costumbre, a gran distancia de los tejados.

29 de abril
El poder adquisitivo de mi familia era lo suficientemente solvente como para vivir cómodamente. Mi padre era médico, y trabajaba día y noche. Le perdía su trabajo, por las mañana pasaba consulta en el Hospital y por las tardes se encerraba en el laboratorio donde trabajaba como investigador en busca de nuevos medicamentos que combatieran las nuevas enfermedades. Lo raro era verlo en casa. Se puede decir que fui huérfana de padre durante gran parte de mi infancia.
Mi madre era una mujer de principios y muy ordenada en sus ideas, era muy difícil, por no decir imposible, que cambiara de opinión si ella estaba convencida de que estaba en lo cierto.
Todavía recuerdo aquella cena familiar de Noche Buena, en la que nos hizo a todos cantar los numerosos y tradicionales villancicos navideños, le costó cuatro botellas de vino, pero al final lo consiguió. Desde aquella noche ya no hay una sola navidad en la que el grupo familiar —los “musiquitas”— que así lo bautizó, interpretara el fluido repertorio navideño, eso sí, sin entrar a cuestionar la calidad musical de algunos de sus miembros.
Como era lógico, mi madre, no se había tomado muy bien mi salida de la universidad. No soportaba que no estuviera dispuesta a cumplir su viejo sueño de tener una hija con carrera universitaria. Ella no pudo estudiar y esa espina se la quería sacar, ofreciéndome a mí la oportunidad de hacerlo.
-Lucía te vas arrepentir. Y ahora, ¿qué piensas hacer? —me decía una y otra vez.
-Buscaré trabajo, soy joven y con ganas de trabajar —contestaba yo siempre muy convencida.
-¿Trabajo? Una mujer o estudia o se queda en su casa ayudando a su madre, y eso es lo que vas hacer, te quedarás aquí en casa ayudándome en todo lo que me haga falta, eso es lo que has elegido —Me reprochaba todavía más enfurecida. Su tono de voz estaba acompasado por grandes ecos de ira y rencor.
24 de agosto
Habían pasado cuatro meses desde la primera discusión que tuve con mi madre justo después de haber dejado la universidad y mi situación cada vez era más preocupante. Me encontraba esclava de aquellas paredes, las mismas que vistas desde fuera en su conjunto formaban un hogar.
Unas de esas mañanas limpiando el techo de la cocina, empecé a ser presa de una profunda melancolía, como si de repente despertara de un largo sueño, y al mirar la hora me hubiera dado cuenta de que se me había hecho muy tarde. En mi subconsciente resonaban aquellas palabras de Roberto “mi hijo Manuel hace dos meses que emigró a Alemania, ayer hable con él y se le ve muy contento, aunque no domina el idioma todavía, ha encontrado trabajo y le pagan bien”.
¿Era el momento de ir en busca del "Milagro Alemán", en busca del llamado Estado de Bienestar real, sin humo y con garantías? Por otro lado, cada vez llegaban con más intensidad rumores de que en el país germano estaban buscando a trabajadores para cubrir las plazas de trabajo necesarias para mantener su ritmo de producción. Tenía que hacer las maletas huir de aquellas cuatro paredes, muchos como Manuel ya lo habían hecho, parecía lo mejor. En mi contra el ser mujer.
6 de septiembre
A las pocas semanas estaba subida en el tren, destino Heidelberg. Una nueva vida me esperaba. Ilusión, incertidumbre, esperanza y nervios hubieran sido los ingredientes perfectos para un cóctel en aquel momento.
Heidelberg es la ciudad alemana de la cultura por excelencia, situada en el valle del río Neckar. Su prestigiosa Universidad, era la más antigua del país y estaba abalada por grandes edificios señoriales, sus calles estaban formadas por casas barrocas de tejados rojos. No tardé mucho tiempo en visitar cada uno de sus rincones, las ruinas góticas-renacentistas, el puente de Carl Theodor, la Prisión de los Estudiantes o su famoso castillo, desde el que se podía disfrutar de unas impresionantes vistas de la ciudad.
Contacté con Manuel, el hijo de Roberto, varias semanas antes de mi partida, a escondidas de mis padres. Ellos, y en especial mi madre, nunca me hubieran dejado llevar a cabo aquella locura. Por eso decidí invertir todos mis ahorros en ese viaje, y a mis padres les deje con todo el dolor de mi corazón una carta de despedida.
28 de septiembre
Todas las mañanas me levantaba muy temprano para ir a la facultad de filosofía. Una vez dentro, por sus pasillos mayoritariamente deambulaban chicos con folios en las manos y miradas perdidas en el horizonte, quizás sumergidas en reflexiones existencialistas, o quizás pensando en cómo cortejar a las pocas chicas alemanas que transcurrían por allí. Aquella universidad estaba hecha para hombres.
Día tras día me quedaba embelesada sentada en aquellos pupitres de madera, con la mirada fija traspasaba aquellas paredes en las que todavía resonaba el eco de las últimas reflexiones expuestas por los profesores alemanes, difíciles de entender pero que sonaban como auténticas melodías del conocimiento.
A las tres semanas de estar allí, el edificio me lo conocía como la palma de mi mano, en ocasiones me sentaba en la biblioteca a leer, sobre todo unas crónicas muy largas de Sartre sobre la vida en París durante la ocupación alemana, uno de los pocos libros que encontré en español. El entusiasmo no era uno de mis capitales más importantes. Pero desde que frecuentaba la universidad mi interés por los libros había crecido de forma incontrolada.
Un día cualquiera, nada ha cambiado
La gente que se compadece demasiado de sí mismo, y yo me incluía entre ellos, se vuelve cómoda e inútil y, de tanto quejarse, olvida representar la parte del espectáculo en la que debe levantarse y plantar cara a la monotonía, al fracaso, a la envidia, a la falsedad, al abandono, a la mala salud, a la desazón y a las pocas ganas de sonreír y hablar de otra cosa que no sea la desesperanza que arrastra, como bastaixos que han perdido la fe en su trabajo y no se molestan en iniciar el camino hacia la cima sabiendo de antemano que la roca a transportar es demasiado pesada.
Yo aprendí que este no era el camino cuando cogí la maleta para emigrar lejos de los míos, maleta que todavía conservo y en cuyo interior aún se encuentra la primera carta de despedida que escribí a mis padres antes de marcharme. Mi madre la guardó siempre consigo, ahora desde el día en que murió, la guardo yo.
Queridos papa y mamá, he contactado con Manuel el hijo de Roberto, y me ha encontrado un trabajo de limpiadora en la universidad alemana, por lo que no tendré que buscar cuando llegue allí. Sé que no está bien lo que he hecho pero necesitaba dar sentido a mi vida, estaba a punto de caer mala, y aunque soy consciente de las dificultades del viaje sobre todo para una mujer, lo necesito. Quiero agradeceros la oportunidad que me habéis dado para poder estudiar, sabiendo que pocas mujeres lo hacen, pero ese no era mi camino. No os preocupéis por mí. Estaré bien y os escribiré cuando llegue. Espero que algún día podáis perdonarme.
Un beso muy fuerte. Lucía. 10 de octubre de 1964.

Han pasado muchos años desde que escribí aquella tarde. Pero un día como hoy las lagrimas vuelven a recorrer mi rostro mientras escribo a mi nieta que ha tenido que irse a Alemania al igual que hice yo. Todo bajo la misma desilusión, la de un país en decadencia, que al igual que lo hizo hace ya unos años, contempla impasible como el resurgir de los suyos está sometido a salir fuera de sus fronteras.

Querida Patricia, a mis 67 años, todavía recuerdo cuando con sólo 18 años tuve la valentía de emigrar a otro país, en mi maleta llevaba ilusiones, sueños y una meta, ser feliz. Tú en la tuya llevas algo más, una carrera universitaria, esa que yo eché tanto en falta. Además tienes a tu favor que hoy ser mujer gracias a Dios, no es lo mismo que hace varias décadas en la que suponía ese lastre tan pesado para la sociedad, comparable a una piedra virgen que todavía no ha sido separada de su madre naturaleza. Yo fui de las primeras mujeres que se marcharon para buscar trabajo fuera, hoy el destino ha querido que vivas la misma experiencia que yo viví varias décadas atrás. Espero de todo corazón que encuentres un buen trabajo, tu felicidad. Cuídate mucho.
De mujer a mujer, tu abuela Lucía
En mi tierra, 8 de marzo de 2013

                                           Entrega de premios
Noticia leída en: 
http://deporcuna.wordpress.com/2013/03/12/la-granadina-manuela-padial-gana-el-certamen-literario-8-de-marzo-de-porcuna/

PASODOBLES CARNAVAL 2013 "CON MUCHA GUASA PERO SIN WHATSAPP"


Es muy divertido jugar con mi marioneta
Es para mi divertido jugar con mi marioneta
me paso las tardes muertas, viendo como ella se mueve
a través de esta cuerda
y quedo con mi gente para ir a la plazoleta
que allí movemos sus hilos con toda nuestra destreza
cuando le tiro de aquí, mueve el brazo y el pie
y si yo le hago así la cabeza también
hace todo lo que quiera, y si toco este hilo mi marioneta se sienta
pa mi es solo diversión, un juego que me entretiene, porque hago lo que quiero al mover este muñeco
distinto sería si el muñeco tuviera sentimiento y no fuera un objeto
esto pasa en la vida real, que juegan con nuestra dignidad
que somos unos trapos pa los banqueros y los políticos delincuentes
que somos sus marionetas, y nos mueven a su antojo mientras ellos se enriquecen.
Y juegan sin más ellos solo piensan es su dinero y su capital
que no les va a importar que otros perdamos día a día la libertad
y juegan sin más, nos quitan nuestra casa nuestro trabajo, nuestra casas, nuestro dinero
por eso yo prefiero ser un muñeco sin sentimiento
y no tener que criar /a/ mis hijos en la pobreza
pasando dificultades sin soluciones y sin respuestas..., ay!
por el juego de sinvergüenzas.

La nostalgia me hace mirar pa atrás en el tiempo
La nostalgia me hace mirar pa atrás en el tiempo
Cuando solo era un niño, pocas cosas importaban era libre como el viento
al salir del colegio, jugaba con mis amigos
y mientras volvía casa se hacía corto el camino
Cuando llegaba la tarde y se escondía el sol
Mi madre venia a por mí y yo “no por favor
Que todavía me queda que le acabo de cambiar las ruedas a mi bicicleta”
y no se me olvidaran esos cuentos en la cama que mi madre me contaba mientras me acariciaba Y ella salía muy despacito, sin apenas hacer ruido para que no despertara.
Mi primer beso me hizo mayor, ahí fue cuando me hice mayor
entonces me di cuenta de lo importantes que eran mis padres para mi infancia
que yo tuve esa suerte, de teneros a mi lao por lo que os doy las gracias
no siempre es así, que por culpa de un padre dos niños ya no podrán reír
que se han dejao atrás, una infancia una vida a lo que no volverán jamás.
Y como llamar, a un padre que no te quiere que te maltrata y no cuenta cuentos
que te quema en una hoguera con tu inocencia y con tus sueños
que esto es un animal que no tiene sentimiento
y tu juicio llegará y estarás ardiendo lentamente..., ay!
pudriéndote en el infierno.

El pueblo se transforma cuando llega el invierno
El pueblo se transforma cuando llega el invierno
Se levantan las familias, que el desayuno aguarda a ver si hoy deja el tiempo
El café calentito,
pa entonar por la mañana
Con lo
agustito que estaba arropaito en la cama
El hato está
preparao, con la crema pa el sol
la manga corta además, por si hace calor
y la gorra es importante, mira haber si en el coche están todavía los guantes
y ya en el campo ves, que hace un frio que pela, seguro que este se quita cuando empiece la faena que hoy tenemos un día de cuestas veras cuando se termine el dolor que hay piernas.
Anda ve recogiéndolo
to, las espuertas llévala al tractor,
va llegando la tarde y cuando terminas la sensación es de recompensa
un día más de trabajo, poco a poco va llegando, el final de la colecta.
Harto de trabajar con la esperanza de un dinero poder ahorrar
con el que sustentar a tu familia porque los tiempos pintan muy mal
harto de trabajar,
pa que venga un sinvergüenza y se ría de ti en tu cara
robándote lo que es tuyo el que será tu pan
pa mañana
y aunque
tranquilito estás tu alma está podría
y le tendrás que explicar a tus hijos a tus nietos que pa tu pueblo..., ay!
serás un ladrón de por vida.


Los tiempos han cambiado le decía yo con mimo
Los tiempos han cambio le decía yo con mimo
Atrás quedan esas tardes, que cogido de tu mano disfrute siendo un niño
siempre recuerdo esos días paseando por San marcos
tu me dabas la merienda
sentaito en un banco
y en el paseo de Jesús, caminando los dos
en esas tardes de luz, cuando salía el sol
siempre tu me regañabas porque corría como un loco y nunca yo te esperaba
y siempre recordare esas noches de verano cuando en la puerta sentaos tus batallas me contabas yo te escuchaba muy atento sin perderme un detalle hasta que tu terminabas.
También tu me enseñaste a jugar, qué yo me conformaba con na
con trompo y una cuerda yo era el niño más feliz que había en el pueblo
y jugando a las chapas la abuela nos regañaba por estar tiraos en el suelo.
Quiero recordar, todos esos momentos que junto a ti he podio pasar
para nunca olvidar, que eres parte mi vida y siempre serás
pa mi especial
y no voy a dejar, que aunque falle tu memoria los recuerdos se los lleve el viento
que mi intención no es otra que recordarte mis sentimientos
que aunque no recuerdes na, no caerá en la ignorancia
y vendré aquí todos los días
pa recordarte abuelo del alma..., ay!
que fuiste parte de mi infancia.